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Tutto comincia nel 2012 quando a Will Long, in arte Celer, viene commissionato un progetto molto particolare: comporre in tempo reale una colonna sonora per un mega raduno di yoga al tempio Yougenji. Per fare ciò, il Nostro (artista, fotografo, educatore e scrittore) si è servito dei mitici nastri reel-to-reel che mettevano in loop le varie parti composte. Cose semplici: si parla di pochi accordi e giri di tastiera che vengono ripetuti in modo da riempire tutto lo spazio vuoto (che erroneamente definiamo silenzio) presente su nastro.

“Durante la performance molte persone si sono addormentate (…) Mi sono subito ricordato di mia nonna. Quando avevo 6 anni, mi sono trasferito dalla casa dei miei genitori a quella di mio nonno, la porta accanto a dove è cresciuto mio padre  e dove mia nonnna ancora viveva. E’ rimasta costretta a letto per diversi anni, e sarebbe così rimasta fino al momento della propria morte. Io avevo 11 anni”. E la funzione della musica di Will Long è proprio quella di “svegliare” i propri ricordi, entrando in una dimensione in cui staticità e calore che lo riportano indietro nel tempo.

Ma, come molti scrittori sanno, il passo da testimonianza a dedica è breve, motivo per cui, alla fine di tutto, questo disco, costituito da una traccia di circa 45 minuti è una dedica. Le influenze prese sono diverse e le collaborazioni ben mirate (si pensi a Machinefabriek e a Yui Onodera) che non fanno altro che confermare la sua scelta stilistica nel continuo affresco della staticità e del calore che si trova nella meditazione, in un posto altro che è ben lontano dal rumore del presente, di quel presente osceno (in senso ordinario) che dovrebbe essere osceno, appunto, decentrato, fuoriscena, in una dimensione in cui un pezzo, un accordo, una nota, può durare in eterno.

El año 2012, en marzo, Will Long y Rutger Zuydervelt realizarían una gira conjunta por algunas ciudades de Bélgica y los Países Bajos, lugares en los cuales reunirían sus diferentes sistemas para realizar presentaciones conjuntas, instantes en los que se enfrentaron diferentes maneras de afrontar el sonido. Por un lado, los flujos eléctricos de Rutger y, por el otro, las superficies ambientales y evanescentes de Will. Como resultado se generó un maravilloso ruido de fondo, texturas abruptas y armonías de seda que se deslizan en el cielo. Esa gira fue la causa de la publicación de una serie de singles esparcidos durante esos meses, una manera de extender sus excursiones por las tierras europeas y también para poder desarrollar conjuntamente un mismo sonido. Primer fue “Maastunnel / Mt. Mitake” (2012) [188], luego “Numa / Penarie” (2012) y finalmente “Hei / Sou” (2012) [208]. “Cuando uno piensa que ya nada lo sorprende llegan de improviso cosas así. Con un comienzo tibio, “Numa” parte sigilosamente cuando comienzan a aparecer varios cambios dentro de la misma, como queriendo encerrar todo el universo en tan solo un fragmento de tiempo, en solo trescientos veinte segundos. Hay partes ásperas, otras de electrónica espacial, otras que parecen manipular al sonido con las propias manos, hasta alcanzar el éxtasis sin despegarse del suelo… Cuatro piezas en no más de veinte minutos que hacen desear una nueva gira conjunta que de lugar a nuevos extractos de eternidad como estas lo son, más si vienen acompañadas por este tipo de diseño, el mismo presente en el primero de la trilogía, esos collages hechos con esas maravillosas postales japonesas, luego trazadas por Rutger”. La conclusión última sería “Greetings From Celer & Machinefabriek” (2012), reunión de todos sus registros en directo en más de tres horas. Hoy, los tres singles en los cuales ambos músicos creaban esos panoramas son recopilados en un CD por Irrational Arts, más cuatro añadidos. Escuchar de nuevo esas seis piezas iniciales es una brisa fresca, armonías espectrales surcando un cielo abierto, notas que se pierden en la inmensidad comprimida en tan solo minutos, segundos. Celer y Machinefabriek deslizan resonancias débiles contaminadas por destellos ínfimos, trozos desperdigados en extensiones pausadas de sonoridades expansivas. Al terminar “Sou”, lo que era el último suspiro, surge una nueva composición. “In/Out”, otro soplo efímero, notas que se desvanecen y una tersa melodía, voces distantes extraviadas en la obscuridad. “In/Out”, un ruido líquido que se traslada sobre una superficie escarpada, anotaciones breves en un bucle infinito, bajo una atmósfera de electricidad tenue. Tres de los rastros antes publicados son reelaborados en esta colección. SYLVAIN CHAUVEAU cubre “Sou” de un manto que difumina los bordes, ocultando los sonidos de cristal en un nube de sonido uniforme, formas sintéticas sobre el panorama original. NICOLAS BERNIER, por el contrario, despoja del murmullo inicial “Mt. Mitake”, reduciendo su estruendo a líneas puras y límpidas, para pronto ser consumidas por una distorsión leve que invade las estructuras inorgánicas. Finalmente “Deux Filles”, nueva remodelación de “Numa” por STEPHAN MATHIEU, partículas de polución deshechas en una materia plateada, estructuras ambientales diluidas en una materia gris. El artista alemán convierte la grabación en una unidad de ruido en disolución, generando una substancia mineral que tiembla eternamente en la obscuridad. “Compendium (Collected Singles And Remixes)” es una fascinante constelación de estrellas diminutas nadando en la vastedad, composiciones fugaces en que Will Long y Rutger Zuydervelt dispersan fragmentos sintéticos en las corrientes de cuerpos celestes. Junto a “Loos” y “Rusland II”, estas piezas exponen diferentes estructuras acústicas, donde Machinefabriek, en soledad o junto a Celer, tiende líneas que se anexan para configurar sistemas audibles complejos, sistemas que evolucionan de manera espontánea dentro de sí mismos.

Music for a yoga event is something that seems hardly out of place in the world of Will Long’s project Celer. While yoga is not something I practice (and perhaps I should at this tender age and with these muscles). Celer created the music live, using two reel-to-reel tape machines and two tape loops of keyboard with similar time
structures, but each with different, overlapping chords. They create different configurations, and as such Celer is the best Brian Eno student; on his ‘Music For Airports’ he uses a bunch of loops of varying length, which overlap at different points. But whereas Eno chooses a variety of sounds, Celer here keeps it all very close
together with his organ sounds. During the performance various people fell asleep and it’s easy to see why. Not because the music is boring; for if it would be boring I would say ‘change the tune’ and play something less boring and prevent from falling asleep. This music has that tranquillity that fits the state of sleep. Now, I am not the sort of person to mix sleep and music; I know various people who like to sleep with music on, and there have been sleep concerts by Robert Rich and Steve Stapleton (soon pianist Max Richter comes with a music piece that lasts 8 hours soon; I wish I slept solidly 8 hours a night; sadly, a different story), but when
it comes to sleep I prefer the good old fashioned silence. However during the day I usually take a quick power-nap around half past three – no coincidence just when I was playing this CD and this music worked quite well for taking a quick sleep. The changes are very minimal throughout these nearly eighty minutes and I was thinking: maybe Celer should have go all out and done a 8 hour version of this, released as a single file
on a DVD? No doubt I wouldn’t still played that when trying to catch some real sleep. Maybe the whole sleep thing defies the reason of this being music for a yoga event, which, as far I know doesn’t involve sleep. There is not a lot change and the music goes on, almost ad infinitum – well that is 1 hour, 19 minutes and 44 seconds, but have this on repeat for a while, when you are meditating and you’ll soon be fast asleep or levitating – and that is a compliment. Celer is just one of the best students when it comes to Ambient lesson, and ‘Akagi’ is as such a masterpiece.

“Based on an idea of primitive Americana, it can be seen as a mediation on the different sides of music and cultural perception, or a reflection of inherent imperfections”. Cintas desgastadas por el clima implacable, notas que emergen del polvo y la suciedad, estruendos homogéneos que absorben la contaminación exterior, incorporando sus imperfecciones en su materia interna. Los recuerdos del paisaje extendido afloran en el momento en que los primeros acordes surgen en medio de los sonidos archivados, armonías quietas que rememoran estadías temporales por la superficie rocosa y el suelo árido. Will Long continúa su travesía por los parajes amplios y las superficies de resonancias extensas, en forma de prolongados desarrollos donde cada nota se dilata hasta el horizonte más distante. A través de composiciones que se esparcen a lo largo de planos, empleando registros recogidos del sótano, Will Long edifica una música que requiere una predisposición especial, y que a su vez genera una sensación particular, una abstracción de la realidad externa. Ideas expresadas en grabaciones evaporadas en la inmensidad atmosférica, textos invisibles que traspasan el aire como fluidos etéreos cruzando la materia química. Celer, de manera regular, entrega sus sonidos al mundo, obras que capturan la historia en su modo particular, piezas que dan cuenta de momentos y lugares por medio de impulsos diferidos. Este año ya lleva varios trabajos publicados, entre ellos “Soryu” (Two Acorns, 2015), “Tempelhof” (Two Acorns, 2015) y “Jima” (I, Absentee, 2015). No obstante, el recuerdo más activo que de su obra más reciente tenemos son las imágenes que provocan “Sky Limits” (Two Acorns–Baskaru, 2014) [364], álbum editado al término de la temporada anterior. “Lo que emerge desde el interior de “Sky Limits” es de una belleza casi indescriptible, una corriente cálida de melodías que se desvanecen junto con el resplandor del paisaje, un ruido que se confunde con los tonos disipados por la oscuridad y que, a su vez, posee una intensidad en sus matices que deslumbra hasta eclipsar. Y todo esto ocurre mientras la ciudad transita por las horas… Acostumbrados a las grandes extensiones de música expansiva de Celer, estos fragmentos contienen momentos de una magnificencia inconmensurable, estruendos ambientales contenidos en instantes relativamente breves que sin embargo son inagotables”. Un recuerdo presente de las ondas auditivas de ese hermoso trabajo, que ahora acrecentan su efecto con nuevas vistas hacia el ruido lejano.

“Inspirado por el suroeste norteamericano, ‘How Could You Believe Me When I Said I Loved You When You Know I’ve Been A Liar All My Life’ es el nuevo álbum del músico Celer, aka Will Long, ahora residiendo en Japón. Extraído de un piano eléctrico y flauta de madera, loops de cintas fueron copiadas en cassettes quemados por el sol y un vinilo de prueba torcido, usando el formato más básico de efectos. Basado en una idea de la americana primitiva, puede ser visto como una mediación sobre los diferentes aspectos de la música y la percepción cultural, o una reflexión de las imperfecciones inherentes”. Publicado primero en CD por White Paddy Mountain, el label de Chihei Hatakeyama, y luego en LP y cassette por el mismo Celer a través de Two Acorns, este álbum de extenso título reúne una serie de grabaciones cuyo origen irregular es equivalente a la carga emocional que en él se contiene. Como es habitual en su música, las partituras transparentes permiten que el efecto de un solo sonido se propague hasta el borde de lo posible, acordes suspendidos sobre la superficie que alcanzan estadios superiores de conciencia. Celer elabora este trabajo utilizando instrumentación acústica, cruzando circuitos análogos, arrastrando la suciedad de materiales desgastados. Las melodías conservan ese deterioro proveniente del lugar donde se encierran estas formas, polvo circulando en mitad de los sonidos, estruendos contaminados entre los surcos y las delgadas películas de ruido ambiental, los cuales preservan esa belleza casual, exteriorización del esplendor que yace bajo las capas de suciedad. Por momentos el brillo inmanente limpia las impurezas, en otras estas cubren sus tonalidades cítricas. Estas delicadas resonancias de cromo magnético se desplazan esparciendo manchas sobre el suelo, rastros en la arena que desaparecen con las horas, con las olas del viento. Una de esas manchas permanece por más tiempo, el recuerdo de travesías por parte de la geografía del hemisferio norte. “Un par de años atrás hice un viaje con my tío de ochenta años de edad a través de algunos lados del suroeste norteamericano, donde la puesta de sol vuelve naranja las paredes de los cañones en la primera hora del atardecer y, después de medianoche, infladas nubes todavía se ven a través del cielo azul marino. En la mañana las colinas parecían brillantes blanqueadas por la luz del sol, y la vista desde lo alto del cañón era completamente silenciosa, excepto por el viento y los pájaros que pasaban ocasionalmente. En el distrito Needles los petroglifos de siglos de antigüedad se mezclaban con grafitos; latas de spray tiradas, medio sumergidas en la arena. Manejamos a través de caminos alternativos por La Sal Mountains, y a lo largo de la meseta gris barrida por el viento de Colorado. Pasamos las extensiones de Monument Valley, en los alrededores de Kayenta, tormentas se aproximaban en la distancia mientras adolescentes hacían dedo en el camino junto con tiendas temporales de recuerdos, solas como puestos de fuegos artificiales después de pasadas las fiestas. Ascendiendo sobre el desierto pasamos por Aspen, a través de los centros turísticos de ski y las mansiones de las celebridades, donde el ingreso familiar promedio es de US$69,000, comparado con los US$21,000 en Kayenta. Al día siguiente nuestro viaje terminó cerca de Ouray, la niebla pasando por encima del camino de árboles perennes”. Viaje familiar por las llanuras y el terreno abrupto, por las rocas y las piedras pequeñas depositadas por milenios, la variedad topográfica que es rememorada a través de estos latidos eléctricos. Sin embargo, como el mismo Will señala, la relación con estas historias de excursiones por el lado oeste de Norteamérica sólo vendría mucho más tarde, cuando la vida estaba asentada miles de kilómetros lejos. “Varios años después, luego de dejar California, reuní una colección de registros hechos con piano eléctrico y flauta de madera. Dos tracks fueron copiados en dos cintas de cassette quemadas por el sol que había encontrado en el tablero de un auto, y las otras dos en un test pressing de 12” torcido. Revisando estas piezas después de vivir en Japón por muchos años, inmediatamente me recordaron en ese viaje y lo que dejé atrás en Estados Unidos. Las cintas se agitaban y se atascaban, impregnadas del silbido y la suciedad. El disco saltaba, temblaba, pasaba y se salía. Aún con estas imperfecciones, reflejaba completamente mi recuerdo de los lugares y lo que representaban. Hay lados para todos, sea que eso te haga cambiar o no”. Esa colección de alusiones a su antiguo hogar es “How Could You Believe Me When I Said I Loved You When You Know I’ve Been A Liar All My Life”, obra de paisajes difusos, coloraciones ocres difuminadas en la línea horizontal. Esta obra de Celer tiene la apariencia de olas de óxido que se oscilan lentamente en enorme estanque de ácidos, materia que se disuelven al entrar en contacto con estructuras atómicas opuestas. Por medio de recursos orgánicos, Will Long produce una música estática, cuatro piezas en tres cuartos de hora que reposan calmas en la línea geográfica, sonidos que luego atraviesan una mecánica deteriorada que corrompe el recubrimiento pero no altera su núcleo armónico. Las líneas se repiten de manera constante durante los minutos, como mareas reiterativas volviendo sobre un mismo punto una y otra vez. Acordes reanudados formando círculos que ruedan en una superficie extensa. Cada pieza se sustenta sobre la base de hermosos motivos contenidos en segundos luego conectados uno tras otro, una melodía enlazada a su calco, copias formando imágenes de la panorámica pétrea. Notas que nacen en piano eléctrico y flauta de madera luego transformadas en bucles infinitos, mismos que después cruzan un sistema de películas dañadas, hasta desembocar en una belleza áurea que es esta obra. De hecho, “Bleeds And Swell Blends” parece ser más que un extracto de una música aún mayor, doce minutos que podrían ser una fracción breve de una tarde en las montañas, eufonía minúscula que avanza incansablemente hasta perderse en la visión nocturna. “These Dreams, How Portentously Gloomy”, donde el ligero soplo circulando por la madera se convierte en cadencias ambientales, donde las partículas contaminadas se filtran por el aire y la exhalación melodiosa, de nuevo convertido en registros circulares. “Natural Deflections” es una visión melancólica del terreno abandonado, nostalgia en la mirada hacia lo que quedó atrás, por medio del lirismo romántico de las texturas agrietadas y el brillo irradiante de sus tonos límpidos. Una simple escala musical que orbita alrededor de su eje durante el tiempo interminable. Finalmente “Acrimonious, Like Fiddles” exhibe los rastros apartados por el descuido temporal, notas que brillan por encima de las cintas magnéticas próximas a carbonizarse, acordes de un tenue reflejo que se deslizan sobre los rieles carcomidos. Un final aparente y los últimos segundos de la belleza consumida por la polución donde se escucha el más ínfimo eco de su efecto retardado, la tardía reverberación de las delgadas láminas de plástico. Todos estos registros son apreciaciones similares sobre la degradación del sonido, herramientas reales desde donde nacen melodías y luego pasadas por una mecánica escabrosa, rocas milenarias que se introducen en el interior de las estridencias leves.

“Revisiting these pieces after living in Japan for several years, they instantly reminded me of the trip, and what I left behind in the United States. The tapes fluttered and stuck, drenched in hiss and grime. The record skipped, wavered, and dropped in and out. Yet with these imperfections, it completely reflected my memory of the places, and what they represented”. Grabaciones recogidas y posteriormente aunadas en un álbum en el que acordes efímeros se propagan eternamente en la distancia temporal, sensaciones olvidadas vueltas a vivir gracias a formatos de encriptación alterados por el transcurrir de los años. Las melodías fugaces son cifradas en láminas que se pliegan incansablemente en la línea horizontal de la memoria frágil, notas orgánicas desdobladas. Will Long enlaza estas piezas momentáneas de acústica por medio de su desintegración material. “How Could You Believe Me When I Said I Loved You When You Know I’ve Been A Liar All My Life”, cintas áureas y loops ocres, la reverberación discreta de estratos de ruido a través de bucles infinitos.

Da qualche tempo, Will Thomas Long ha intrapreso progetti diversi, diradando i ritmi serrati delle sue innumerevoli pubblicazioni. Sembra tuttavia che a Celer continui a riservare la dimensione più intima e toccante della sua espressione artistica.

Ne sono prova quattro nuove tracce frutto della rielaborazione e del finissimo filtraggio di vecchie partiture per pianoforte e flauto, che riportano l’artista californiano, da tempo residente in Giappone, alle memorie di luoghi affascinanti, visitati durante un viaggio tra Colorado e Monument Valley e, per loro tramite, a quelle pagine di vita lasciatesi alle spalle.

Si dischiude così un abisso romanticamente malinconico, di pura decompressione ambientale.

Though the title of Will Long’s latest Celer release references an Alan Jay Lerner-Burton Lane song from Stanley Donen’s 1951 musical Royal Wedding (and performed by Fred Astaire and Jane Powell), Long appears to be channeling someone like Debussy for the album’s four settings. With flutes forming a dominant part of the musical presentation, it’s almost impossible not to be reminded of the Impressionist composer and a representative work such as the symphonic tone poem Prélude à l’après – midi d’un faune (Prelude to the Afternoon of a Faun). Such issues aside,How could you believe me when I said I loved you when you know I’ve been a liar all my life, issued on Long’s Two Acorns on vinyl and Chihei Hatakeyama’s White Paddy Mountain on CD, is a fine addition to what is now a rather staggering discography of Celer recordings.

Still, as Debussy-esque as the material might be on sonic terms, the origins for the project itself emerged far outside France’s borders, in the American southwest to be precise. It was there that a number of years ago Long undertook a road trip with his eighty-year-old uncle that saw them take in the glorious sights of sun-bleached canyon walls and billowing clouds. The two made their way across the Colorado plateau, past Monument Valley, and through Aspen in all its ski resort and celebrity mansion glory before ending the trip near Ouray.

Years later, when Long copied a quartet of tape loop-based tracks sourced from electric piano and wooden flute onto sun-baked cassette tapes and a warped twelve-inch vinyl test pressing, he was struck by how much the material reminded him of that road trip and what he’d left behind in moving from California to Japan. In addition, whatever imperfections there were in the playback became an analogue to the distortions in memory of the trip that had accrued over time.

Given such background, it doesn’t surprise, then, that the tone of the recording is nostalgic and plaintive. Soft orchestral swells breathe ever so gently throughout the four settings, and their loop-based design calls to mind William Basinski as much as their delicate shimmer and sparkle suggests classical Impressionism. Yes, occasional pops of static and grime do momentarily derail the musical flow (the most conspicuous example being the temporary arrestation that occurs near the end of “Acrimonious, like fiddles”), but such interference comes to seem an inextricable part of the recording’s character. It’s classic Celer, in other words, a tremulous, forty-six-minute set whose seductive lull will be familiar to long-time devotees.

After receiving that Bandcamp email that Szcezpanik had dropped a new joint, and after happily plunking down $10 for Here, for now, I wondered who Celer was (prior to just looking on Facebook for Long’s artist page) and I happened upon his vast discography, including his brand new effort—the incredibly titled, How could you believe me when I said I loved you, when you know I’ve been a liar all my life. And one quick listen to the transcendental opening track, “Bleeds and swell blends,” I knew that I had stumbled across an incredible listen.

“Bleeds and swell blends,” hyperbole aside, is nearly 13 minutes of sheer auditory perfection. Reserved, somber, and nostalgic, Long weaves an absolutely captivating and hypnotic loop that I could seriously listen to all fucking day. It’s simple—the sequence repeats itself only after a short while—but that’s the beauty of it. It’s warm, calming, melancholic, and comforting. This track alone is what we talk about when we talk about ambient and experimental music.

And lucky for you, the listener is that there are three more tracks following that—the whimsical wood-wind swirls of “These dreams, how portentously gloomy,” the mournful, Basinski-esq ripples of “Natural deflections,” and the balance of the dreamy and the shrill on the final piece, “Acrimonious, like fiddles.”

How could you believe me is both an outstanding record in its own right—innovative and imaginative, but it also serves as a gateway to the vast canon that Long has on his Bandcamp page, taking you down a swirling hole of reserved, at times omnious and shadowy, and at times gorgeous tape loop manipulations.

Will Thomas Long has made some changes to the Celer sound in recent releases, such as the subtle rhythmic structure of Voyeur, or the unending meditative repetition of Jima.  How Could…, in that context, feels like a call back to the traditional sound he pioneered, laden with light wisps of sound, and pieces that evolve slowly but beautifully, never forcefully commanding attention yet never drifting off into the background.

Loops play a significant role on this album as well, but in less of a static context and more as a foundation that the pieces are built upon.  The source material is rather basic:  electric piano and flute, but what appears on How Could… is the result of decay.  The instrumental loops were extracted from cassette tapes that had been exposed to the sun and warped vinyl test pressings, resulting in a sound that is as hot and arid as the Western US desert landscapes that inspired the album.

“Bleeds and Swell Blends” resembles the ghosts of digital chimes, drifting light and weightless through space.  There is a delicate and gentle sensibility to the piece that is quite peaceful, yet has a haunting quality to it.  “These Dreams, How Portentously Gloomy” is a more than apt title for the following composition.  Digital piano tones shine through a glistening passage of sound that would make perfect film score music, floating slowly and eventually taking on a more somber, introspective mood in its second half.

The source of “Natural Deflections” is less clear, because the sound resembles that of bowed strings, but what Long actually began with is not at all explicit.  It has an even more buoyant quality to it, sparse but consisting of a strong collection of beautiful tonal drifts.  The closing piece “Acrimonious, Like Fiddles” at first is built upon slightly more dissonant sounds, ones that sound clearly like they began as flute recordings.  The loops are shorter so the pacing a bit more dynamic, but the mood is sadder compared to the other pieces.  Towards its conclusion, the more dissonant elements are reeled in to emphasize the purer, clean tones.

How Could… is released on the three major formats, and not only was the mastering done to best present the sound on tape, CD and record, the cassette version features alternate versions of “Bleeds and Swell Blends” and “Acrimonious, Like Fiddles”.  The differences are subtle, but perceptible.  The former seems to have a wider stereo spread, with a greater separation of channels.  “Acrimonious” has a thinner sonic spectrum to it, befitting the sound of a sun-damaged tape that sourced the piece.

Like much of Celer’s work, How Could… has a distinctly sparse and introspective sound to it.  Changes are slow, and are largely the result of loops that are tweaked and processed over time.  The source of the base recordings here adds an extra bit of complexity, because that expansive, sun bleached sound shines through from those damaged tapes and records.

Out of all the ambient types that littered our stock room with limited edition CD releases a few years ago, Celer were always the ones who could most easily evoke a mood of total calm. Now that there are fewer people making this kind of music, a release such as this long windedly titled record are much more welcome amongst the noise and debris of our over stuffed lives.

On opener ‘Bleeds and Swell Blends’, Celer immediately take you far away, to a sun bleached wheat field on a golden afternoon perhaps. The magic of this music is that it allows your mind to wander to a place you may have once felt at peace. This is done by using swirls of blissed out synths, plus the suggestion of an accordion and imperfect clicks and noises so it never sounds too clean. ‘These Dreams, How Portentously Gloomy’ swirls like bvdub being attacked by a gang of clarinets. Unlike that artist Celer leaves beats well along and concentrates on swells of sound.

It’s simple but very effective, immediately warming on the ear, no great departures just 45 minutes of blissed glory.

Prolific ambient sound maker Will Long continues his streak with this four-part drone cycle. In light of its languid and patient pacing, it’s curious to me as to why Long applied such downtrodden titles to the project — it certainly influences ones assumptions or opinions of the sound compared to a more purely objective listening. “Bleeds and Swell Blends” starts things off in a familiar lull, with a gradual crescendo of a repeating pattern of melancholy pads in time. It recalls pinkcourtesyphone’s rhythmic, looping nature but with a gloomier finish, especially considering the dour title of this particular release.

“These Dreams, How Portentously Gloomy,” despite its title, shimmers with a bit more mystique than the rather morose opener. Its contrasting loops of midrange pads and higher ones lends it the quality of dark clouds with occasional light breaking through, with a shared ominousness and faint suggestion of optimism. I find it to have a feeling of resignation rather than anger or rage, however, the sort of passive sigh of defeat that brings with it a certain tinge of serenity. Even still, the naming casts a dark shadow, with “These Dreams” tipping toward a vague tension rather than just an inert cloud.

“Natural Deflections” feels even more hazy by comparison, repeating Long’s approach to minimal, prolonged cycles of looping phrases, continuing into the final movement, “Acrimonious, Like Fiddles,” another decidedly dour title for an otherwise languid and patient slice of looped ambience. When so much of Long’s material has felt hushed and small, it’s curious to hear these more overtly looping, lulling selections juxtaposed with their surly titles, lending a barely-there catharsis to his dreamy production. Fans of subtly looping and repetitive minimalism from the likes of William Basinski, pinkcourtesyphone, or The Caretaker will likely enjoy the quiet temper of Celer’s sounds herein.