Tarde o temprano tenía que llegar el momento en que deberíamos prestarle más atención a esa entidad llamada Celer, a pesar de que hace más de un tiempo ya que los venía oyendo, pero pasa que entre tantos sonidos uno termina por perderse y confundirse. Celer, como muchos de seguro sabrán, es el dúo formado por la pareja de Daniel Banquet–Long y Will Long, marido y mujer que dieron vida a, como dije, un ente que desde el amor marital crearon obras de profunda belleza, la pareja se formó en 2005. en marzo de 2007 contrajeron matrimonio, el que se prolongaría por solo dos años. Maldito el destino: el 8 de julio de 2009 Daniel dejaría este mundo debido a una insuficiencia cardíaca. El proyecto legaba a su fin, pero Will seguiría editando material de ambos, anterior a su muerte, con los restos con vida que en vida dejaron sin concluir. De eso nacen estas dos nuevas referencias, de entre las más de ochenta que existen. Y tenía que ser gracias a su colaboración con el holandés Machinefabriek para que hoy le pongamos atención, al menos con palabras.
Ahora, recién en marzo de este año, Celer y Machinefabriek se embarcarían en una gira por Holanda y Bélgica, y para anticipar y celebrar ese acontecimiento es que publicarían, a través de la marca de Rutger, un single compartido, 7” en forma de split. Ambos se conocieron en Tokio en 2010, el 2011 comenzaron una colaboración mediante envío de pistas. A finales de 2011 dos traces estaban terminados, a partir de horas de material. Un lado para cada uno, partiendo por el inquieto Zuydervelt: “Maastunnel” –túnel que conecta las orillas del río Mosa Nieuwe de Rótterdam– corre a cargo del holandés escurridizo, oleajes marinos entre una tundra de quietudes reposadas en la arena. Son muchas las mascaras que usa este arista del sonido, esta es de esas más tranquilas, que entre ruidos acuáticos, voces humanas y electrónica subjetiva esconde más de un track en sus cortos cuatro minutos. Es como una especie de marea que fluye por bajo el suelo, una vertiente por galerías de piedra, una suerte de resumen de su inabarcable obra. “Mr. Mitake” –una montaña en Tokio– es el lado correspondiente a Will Long, que también comienza bastante relajado, pero que conforme avanza se va tornando más agresivo, dentro de sus límites, claro está. Algo así como nadar en l océano, entrar a un buque, caminar por su superficie expuesta al viento para luego adentrarse en sus motores, en el vientre de la maquinaria. Una maravilla de distancias cortas, normalmente las mejores, envuelta en un artwork que como es costumbre en Machinefabriek, es de lujo: un dibujo encontrado por Will en una tienda en Jimbocho, Tokio, famosa por sus librerías de segunda mano y luego diseñada por Rutger.
De regreso al circulo inicial, y volvemos a Will Long, el revelador de la herencia de su familia. “Tightrope”, una pieza de setenta minutos sin respiro, más que el aliento vital de esta masa de ambient descendente, creado en 2010. “Ese noviembre ese visité Tokio en una gira con Yui Onodera para promocionar nuestro álbum. El último sábado de la gira, tomé parte en una colaboración en una actuación en un templo en Tokio con Opitope y Corey Fuller, donde toqué algunas de las piezas utilizadas acá. Cuando volví a mi casa fue terminada en un corto tiempo. Un mes después, el 31 de diciembre de 2010, me mudé a Tokio”. Otra vez el Japón como escenario para aislarse del mundo y adentrarse en las profundidades del sonido espeso. “Piano, la televisión, los sintetizadores, crepitar del fuego en la chimenea, silbando, órgano de tubos, el hielo de comer, guitarra acústica, un ordenador portátil, una conversación de la tarde, un timbre de la medicina por goteo, ruido de los coches, mi tono de llamada, micrófono de contacto y muchos otros que no recuerdo . En ese momento, nunca se me ocurrió hacer un seguimiento de estas cosas. Al final, todos ellos están”. Elementos disímiles que se unen de forma mágica y misteriosa, indistinguibles por separado, pero unidos genera una sensación de espacios arcaicos. Dimensiones volubles entrelazadas con un orden preciso y perfecto. Ese tejido viene que estas son veinticuatro pistas separadas, armas capa sobre capa, “al final, todos ellos están recogidos, los recuerdos no deseados”. La cuerda floja pende de una suma de objetos recopilados en los recuerdos de una vida a la deriva. El recuerdo de Daniele permanece vivo, la música permanece en familia. El disco está dedicado a su padre, pero la memoria también sigue en ella. La música, intensa, honda, bella, abrigada por mantos de ambient estelar, un continuo que varía a cada momento pero permanece invariable, no es más que la excusa para recordarla. Sus restos flotan en el aire, y la tristeza, al igual que la belleza, se mantiene y se resiste a abandonar. He miss you, we miss you.
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